Dong & Belogolovsky

Diálogo Varios

Entrevistado por Vladimir Belogolovsky en Madrid, Gong Dong analiza su arquitectura. Ambos reflexionan sobre el equilibrio entre los procesos de globalización y la conservación del patrimonio local.

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Photos: © Miguel Galiano

La redacción de la editorial Arquitectura Viva acoge el encuentro entre el crítico Vladimir Belogolovsky (Odesa, Ucrania, 1970), fundador de Curatorial Project en Nueva York, y el arquitecto Gong Dong (Pekín, China, 1972) director del estudio Vector y autor de obras como el Hotel Alila Yangshuo en Guangxi, la Capilla en la costa en Beidaihe y la Casa del Capitán en Fuzhou,

todas construidas en China pero con amplia repercusión internacional. Juntos analizan la evolución de la arquitectura desde el Movimiento Moderno y el impacto que tuvo en Oriente y Occidente, destacando la importancia de la conservación de la historia cultural de las ciudades sin dejar de lado el desarrollo tecnológico de la construcción contemporánea.

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Vladimir Belogolovsky: Hasta la crisis de 2008, España era uno de los países que lideraba el panorama arquitectónico global siendo un verdadero campo de juego e investigación para los profesionales —quizá lo que hoy podría estar sucediendo en China— pero de una forma muy intensa. Se construyeron muchas obras de gran interés fruto de una época de buenos profesionales. Diría que en cierto modo continúa siendo así, pues a pesar de la economía y de que muchos arquitectos jóvenes se han ido del país, todavía quedan muchos produciendo obras fantásticas y de gran calidad. ¿Tienes pensado visitar o conocer a alguno de estos arquitectos en este viaje?

Gong Dong: Esta visita será muy corta, pero tengo planeado volver el año que viene con más tiempo. Personalmente, no estoy muy familiarizado con la generación más joven, pero no puedo estar más de acuerdo contigo. Cuando miras el legado arquitectónico europeo, o incluso mundial, España representa una muy sutil y sofisticada tensión entre la disciplina y la expresión emocional. Para mí, son dos pilares fundamentales en la arquitectura y España respira justo entre ambos. Ese equilibrio es muy complicado.

VB: Sí, yo diría que surge una reacción por parte de los arquitectos chinos, una oposición a esa arquitectura importada y que de alguna forma estaba desarrollando una identidad de nación que no era propia. Vuestra generación, por el contrario, propone una alternativa, que no era exactamente occidental ni oriental, es una suerte de fusión entre ambas que aún estáis desarrollando y que está recibiendo una acogida enorme entre los profesionales y críticos occidentales. Desde mi punto de vista estáis creando algo diferente que se inspira en lo vernáculo, pero que es a su vez contemporáneo y está basado en la tradición, en el uso de materiales y en técnicas locales.

GD: ¿En qué consiste la arquitectura? Para mí, lo más complejo y a la vez lo más satisfactorio es cuando de verdad te comprometes con un lugar y descubres en él algo propio, culturalmente hablando. Conoces el sitio. Es una forma de compromiso emocional que está en el corazón de la arquitectura tal y como yo la concibo. De ahí es de donde viene la inspiración. La arquitectura ha de ser capaz de establecer vínculos a muchos niveles con la condición de lo local. Cuando construyes en sitios cuya cultura no conoces, la obra se convierte en un mero producto y el arquitecto en una marca comercial.

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VB: Fundaste el estudio en 2008, que es un dato interesante ya que fue el año de los Juegos Olímpicos de Pekín. Fue un momento en el que se inauguraron muchos edificios icónicos de arquitectos extranjeros en China, pero también el año en que Wang Shu terminó el Museo de Ningbo y se veía, por primera vez en mucho tiempo, que un arquitecto local competía con profesionales occidentales. Es interesante a su vez porque tú, igual que muchos arquitectos de tu generación, comenzabais a trabajar en China, pero habíais estudiado en Estados Unidos.

GD: Creo que se intentó usar este evento como una fuente de confianza y orgullo de la identidad de la nueva China, la China contemporánea que se integraba en el mundo. De hecho, primero fue una muestra de fuerza, invitando a los arquitectos más conocidos a realizar obras importantísimas, como pasó con el CCTV de OMA o el Bird’s Nest de Herzog & de Meuron. Pero al mismo tiempo, y a partir de ese momento, se produjo un cambio de mentalidad muy sutil. Al final, muchos de estos arquitectos no tenían el compromiso, el conocimiento o quizá simplemente la relación con la cultura china suficiente, y les costó adaptarse a los mecanismos del país, lo que ha provocado que no hayan conseguido asentarse.

Simultáneamente, arquitectos de mi generación, pero formados en Occidente, empezaron a aparecer en el panorama, con la ventaja inconfundible de ser locales. Es decir, hemos aprendido la técnica de la arquitectura contemporánea y compartimos ese profundo amor por nuestra cultura.

VB: Recuerdo que me hablaste de la impresión que te causó tu primer viaje a Europa.

GD: Fue hacia el año 2000, hace unos veinte años, y tengo un recuerdo inolvidable. Entonces China era muy distinta. Me resulta muy interesante ver la diferencia entre el choque cultural que yo viví entonces y el de la generación actual. Los jóvenes viajan y estudian fuera, en Estados Unidos o Europa y, aun siendo la primera vez que salen del país, no veo que se sorprendan al mirar el mundo ajeno. Hoy ven en China —en Shanghái, Pekín o en tantos otros sitios— coches, ordenadores... todo tipo de sistemas. Cuando van a un aeropuerto o a una estación de tren se dan cuenta de que el mundo construido no es tan diferente, y ya no son tan conscientes de la brecha cultural. Cuando yo viajé a Europa vi cosas que no había visto antes.

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VB: Sin embargo, hay algo que une a muchas de estas arquitecturas, que apenas se trata en los círculos académicos, y es el concepto de belleza. El concepto de belleza entendido desde el punto de vista de la seducción, muy relacionado quizá con la idea de nostalgia. En algunas obras que he visitado en España he encontrado la conexión con este sentimiento del que me hablas.

GD: Tú mismo formas parte de otro tipo de fusión: vives en Nueva York, das clase en China y viajas por todo el mundo. Eres capaz de identificar esas similitudes de las que hablas entre la arquitectura china y la española, y hablas de un concepto nostálgico de la belleza del que a mí me gustaría saber más. Tal y como yo lo veo, ambos países se enfrentan a condiciones y culturas distintas, así como a una etapa diferente en la historia contemporánea.

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VB: Muchos de los arquitectos más conocidos de China están construyendo edificios de escala pequeña en el campo, igual que aquí en España hay muchos proyectos interesantes lejos de las grandes ciudades. Hace poco visité la obra de RCR en Olot, un pequeño pueblo cerca de Girona, y ellos trabajan mucho con el contexto, con edificios abandonados, o históricos, y fusionan lo nuevo con lo antiguo. Mi sensación es que esto también está pasando en China. Hay un redescubrimiento de la historia y la tradición, y una especie de rechazo a comenzar desde cero. Por ejemplo, tu Hotel Alila Yangshuo está construido sobre la cimentación y las ruinas de un edificio de la década de 1960, y ya se considera una ruina. Es un giro muy interesante, y me parece que en España está ocurriendo también. Hay un respeto por lo que había antes, y creo que es una actitud diferente a la que adoptaban los arquitectos años atrás. Frente a esa tendencia de crear lo nuevo, el objeto artificial, ahora se antepone la búsqueda de un ambiente, un confort y una voluntad de trabajar para la gente.

GD: La modernidad supone una revolución en términos de cómo la arquitectura se relaciona con los nuevos sistemas productivos y la tecnología. Aparece una metodología de proyectar más cerrada, más centrada en un objeto final que aúna con éxito los componentes de la arquitectura. Por ejemplo, un teléfono móvil, como este iPhone, está tan perfectamente diseñado sobre unos sistemas tan inteligentes e integrados que hacen que el aparato rechace cualquier relación con el exterior, porque es un objeto cerrado. Esta idea se puede exportar a muchas materias, pero en arquitectura, desde la modernidad, se produce un proceso más introspectivo. Solo si se tiene en cuenta el sitio, la gente, la herencia o la tradición se conseguirá que el sistema se abra hacia fuera y permita a los usuarios interactuar con todas estas condiciones. Eso, desde mi punto de vista, haría la arquitectura más hospitalaria, y más cómoda.

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