Situada en Puerto Escondido, México, la Casa Zicatela se alza en lo alto de una colina, enfrentada a una playa con el mismo nombre.

El proyecto parte de la idea de huir de Ciudad de México y romper con los hábitos y rutina de las grandes ciudades para generar un espacio de tranquilidad pensado para el descanso y el disfrute del mar durante los fines de semana.

A pesar de estar emplazada próxima a la costa, la edificación presenta la personalidad de una casa de campo junto al mar en vez de la de una casa de playa convencional. Responde así ante la dualidad presente en su entorno, marcada por la presencia del mar por un lado y la montaña con los campos de agave por el otro.

Es precisamente este entorno el que da sentido a la configuración de la casa. La edificación presenta una apariencia exterior similar a la de un búnker. Responde a las montañas como una fortaleza de hormigón masivo que se cierra en su totalidad hacia el interior, donde la dualidad anterior se refuerza al presentar un gran espacio abierto. Los 300 metros cuadrados de la vivienda se organizan alrededor de un patio que se constituye como la principal entrada de luz, obligando a elevar la mirada hacia el cielo.

En el interior, cada una de las estancias da al jardín. Se comunican entre sí mediante un recorrido perimetral, el cual se interrumpe en el centro para acoger la zona pública de la vivienda (salón, comedor y cocina). Este ámbito se fusiona con el patio generando un único espacio que da la sensación de vivir en un jardín. Una lámina de agua obliga a cruzar una pasarela para acceder a la habitación principal, rompiendo con la forma cuadrada de la planta.

Unas gradas rodean el patio y permiten acceder a un segundo nivel, destinado al disfrute del paisaje.