Como un periscopio hundido, el restaurante, que también funciona como centro de investigación de la vida marina, tiene una gran ventana que ofrece magníficas vistas del entorno acuático y de sus variaciones según las estaciones del año y las condiciones climáticas.
El edificio de forma monolítica se apoya en la escarpada orilla, se sumerge en el agua y descansa en el lecho marino cinco metros por debajo de la superficie. Los muros de hormigón, de un metro de espesor, están preparados para soportar la presión y las condiciones violentas del mar, al tiempo que componen una ‘concha’ de cemento de superficie rugosa, que invita a los mejillones a anclarse a ella para constituir con el tiempo un arrecife artificial. Más que un acuario, la estructura se convertirá en parte del ecosistema marino.