En la finca de la torre Bellesguard, obra de Gaudí en Barcelona levantada sobre los restos de la fortaleza del rey Martín I el Humano, se descubre en unas obras durante el año 2001 el depósito del Rei Martì, un antiguo almacén de agua que se remonta hasta el siglo XIV, oculto bajo un bosque de pinos.

Tras lograr obtener un presupuesto se inician las obras de recuperación del depósito con la intención de mantener el espacio encontrado sin alterarlo. “Hay espacios que no se esperan, que surgen o se presentan de forma inesperada, (…). En estos casos, ante la sorpresa de encontrar un espacio no previsto, surge la inmediata necesidad de apropiarse del mismo, de darle un uso”. De esta manera, se busca evitar la aparición de un nuevo espacio que llame la atención tratando de ser fiel al original, pero facilitando el acceso para que todos puedan llegar a contemplarlo.

En el interior, la cerámica se convierte en la protagonista, apareciendo a lo largo de siete hileras de arcos y pilares separados entre sí por bóvedas de ladrillo a la catalana que organizan los casi seiscientos metros cuadrados de planta. Las paredes y el suelo se revisten de madera para pasar desapercibidos, generando en su juego con la cerámica una morfología única y una acústica atípica. Las luminarias, situadas en el pie de los pilares, enfatizan la presencia de los arcos y refuerzan su origen histórico como depósito de aguas.

El depósito, convertido en un espacio cultural polivalente, pretende ser un alegato a la historia y a la cerámica permitiendo a la ciudad disfrutar de una experiencia cultural diferente.